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U N   P O C O   D E   H I S T O R I A…

 

 

La palabra aceña tiene su origen en la palabra árabe “hazañilla” y se refiere al molino harinero que, con la fuerza motriz del agua y situada en el cauce de un río, cuyo caudal mueve la rueda que trasmite la fuerza al interior del edificio a través de un eje de madera, hace girar la piedra de molino, volandera, sobre la piedra, fija, con cuya fricción se muele el grano.

Las aceñas están cimentadas en las aguas de los ríos caudalosos. Suelen tener más de una edificación para el mayor aprovechamiento de la energía del río y se acompañan de azudas, presas construidas de orilla a orilla del río, que permiten el mejor aprovechamiento de la corriente del agua por la aceña. La elevación de la azuda permite mayor rendimiento del agua al pasar por las esclusas donde están situadas las ruedas vitrubianas. La aceña tiene forma de cuña puesta en el río. Un gran tajamar (o cortamar) protege la edificación, compuesta a base de sillares muy bien alineados con la misión de soportar el empuje de las aguas y los materiales de arrastre en el río.

Las primeras referencias que encontramos sobre la presencia de aceñas, extramuros de la ciudad de Zamora, se sitúan hacia el año 945 (siglo X) y desde el siglo XI se administran bajo el control del cabildo catedralicio. Aunque la propiedad de estas muelas es compartida con vecinos e instituciones. La jerarquía en el interior del molino del que dependían a su vez los mozos de aceñas, el herrero, el molinero segundo y los aprendices de molinero.

 

Muchos de estos molinos han sido utilizados históricamente, no sólo para la molienda propia del trigo, también han tenido otros usos como el batanear la lana o ser usados como pesquera, sacando pesca abundante de su cañal, con redes colocadas al efecto.

 

En Zamora las aceñas de Pinilla, Cabañales y Olivares son el eje de la actividad industrial de la ciudad, su valor es enorme y el rendimiento de la explotación se vende, alquila o cede por periodos de tiempos de días, semanas, años, horas de maquila. El pago se realiza en fanegas de trigo o en gallinas. Los arrendatarios son gentes con recursos y poder en la ciudad, algunos con actividades significativas en lo religioso, o en lo económico.

 

Una cita curiosa la encontramos en los contratos de arrendamiento por los que se regulaba la actividad de estas edificaciones: “las aceñas se han de alquilar en buen estado, alineadas, corrientes y molientes”.

 

 

L A S   A C E Ñ A S   D E   P I N I L L A:

 

Pertenecen al gran conjunto aceñero que ha proporcionado a la ciudad de Zamora riqueza merced a sus labores de molienda desde tiempos remotos cuando el Cabido Catedralicio zamorano ostentaba la propiedad de los cinco complejos independientes de aceñas y cañales como son Pinilla, Olivares y Congosta a los que hay que unir los pisones y cañales de Matarranas y Tejares.

 

A las mencionadas tenemos que sumar las aceñas del Vado, hoy desaparecidas, que se encontraban aguas arriba de las de Pinilla y cuya azuda terminaba casi en el mismo punto de arranque de estas. Entre los puentes de Piedra y de Hierro se encuentran las aceñas de Cabañales, recientemente restauradas. Todas ellas explotaban el río Duero, por parte del hombre, de una forma racional y equilibrada hasta tal punto que las aceñas de Vado, Pinilla, Cabañales y Olivares han podido resolver, con acierto y aprovechamiento, la cota topográfica que hay desde los Tres Árboles hasta el Barrio de Olivares.

 

Las Aceñas de Pinilla se encuentran en un excelente estado de conservación ya que desde hace varias décadas se han dedicado a albergar negocio de hostelería. En la actualidad todo el complejo aceñero pertenece a la familia Domínguez Martín, que regenta la actividad de restauración y cafetería. Como fácilmente pueden imaginar, los edificios que componen el recinto no sólo son visitados por los clientes que escogen la oferta gastronómica de la casa, también atienden con afecto y satisfacción a todas aquellas personas que gustan y valoran los legados que nuestros antepasados han dejado a las generaciones actuales y más en una ciudad como Zamora, todo un ejemplo de románico y de edificios de arquitectura civil e industrial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las aceñas de Pinilla son una lección viva de conservación de estructuras y conjuntos. Si buscamos en los diccionarios palabras como antruergal, caz, espaldón, tajamar o rueda vitrubiana todas ellas las podemos contemplar en este magnífico edificio hidráulico que ha sido testigo de transcurrir del río Duero, a su paso por Zamora, durante siglos y siglos.

 

En definitiva, Las Aceñas de Pinilla son permanentemente… “abrazadas por el Duero”.

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